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La otra Navidad en Durango

Contrapesos

V?CTOR MONTENEGRO

 E N Durango la Navidad llegó como siempre, con luces, villancicos, desfiles y la algarabía triunfalista de los discursos maquillados que insisten en la normalidad. Lo irónico es que la celebración también llegó este año con algo cada vez más constante y silencioso: las grandes ausencias; sillas vacías que nadie se atrevió a mover.

Y es que no todas las familias celebraron este año como antes acostumbraban; muchas apenas resistieron. Algunas despidieron a un ser querido en la víspera, otras siguen esperando a quien salió de casa y nunca volvió. Aquí, la Navidad ya no siempre es sinónimo de reencuentro, sino de memoria y de espera.

En una de tantas mesas, la ausencia más cruel es la del desaparecido, la que no tiene cuerpo ni explicación. Ayer, justamente en Navidad, se cumplió un año de la desaparición de Carlos Adán Díaz Maldonado, joven de 18 años, visto por última vez el 25 de diciembre del 2024. Desde entonces, su familia no ha tenido tregua.

Mientras el calendario avanza, familiares de Carlos Adán siguen anclados al mismo día, al mismo silencio institucional, a la misma exigencia ignorada. Como ellos, decenas de familias han marchado, han gritado nombres, han empapelado la ciudad con rostros jóvenes. La Navidad, para ellos, más que una fecha es una herida abierta.

En esta Navidad no solo faltan personas, sino además el pan en muchas mesas. La economía atraviesa una recesión que se siente más de lo que se reconoce. Quienes gobiernan niega la parálisis; empero, los datos son inobjetables: caída del PIB, pérdida de empleos, precarización laboral y empresas que sobreviven a crédito.

A la lista de ausencias se suma la del Estado. La percepción de inseguridad creció, la confianza se erosionó y la idea de una ciudad callada y tranquila, y en general de una entidad entera, se volvió simple recuerdo. Las mujeres lo saben mejor que nadie. Los delitos, las extorsiones y el miedo cotidiano contrastan con los mensajes de tranquilidad y de casos aislados.

Si algo terminó por faltar en tierra de alacranes, esa fue la justicia. Mientras algunos brindaban, Anabel pasó la Navidad en prisión, acusada de un delito que su familia asegura no cometió. Su hija tuvo que recorrer kilómetros para pedir auxilio a la Presidenta de México, porque aquí ya nadie la escucha. En Durango, las injusticias también se sienten en días festivos... y los demás.

Por eso y muchas otras situaciones más, para muchos duranguenses la Navidad este año no fue de paz, sino de grandes vacíos y carencias. La ironía es amarga: se desea felicidad en un estado donde la misma se volvió excepción; donde la ausencia, los silencios y la falta de verdad se volvieron una terrible y lastimosa costumbre.

EN LA BALANZA.- El mensaje navideño del arzobispo Faustino Armendáriz fue mucho más que una reflexión espiritual, pues sonó a llamada de atención al poder político en Durango. Al advertir que la paz no se construye con discursos, sino con justicia y valentía, invitando a no poner la seguridad en los hombres, sino en Dios, la Arquidiócesis colocó el dedo en una herida evidente: el contraste entre la narrativa oficial y la realidad que viven los duranguenses. En un contexto de inseguridad y desconfianza, el sermón se leyó como una crítica implícita al gobierno del estado, incapaz de traducir palabras en hechos, y como un recordatorio incómodo de que la paz no se decreta ni se presume: se ejerce.

X: @Vic_Montenegro

Escrito en: Navidad, sino, muchas, familia

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