
La poesía nos llena de vida
Hace unos días un reconocido editor de libros afirmaba, a través de Youtube, que el género que menos se lee es la poesía. Por mi propia experiencia en círculos de lectura, cafés literarios o charlas ocasionales sobre el tema, creo que por desgracia no le falta razón. La novela, sin duda, suma más seguidores, luego vendrán seguramente el cuento y el ensayo. El mismo especialista respondió al por qué de la cuestión: por ignorancia, ya que las fallas en la educación poco a poco van dejando de lado al poema. Aquí no estoy tan cierto de que esto sea verdad, o lo es parcialmente; en las escuelas primarias todavía se oyen versos cívicos y de celebración (a la patria, a la madre, a la primavera...). Sin embargo, tristemente la poesía escrita se va diluyendo mientras se avanza en la secundaria y preparatoria.
Ya casi no tenemos, pues, la costumbre de disfrutar un buen libro de poemas, ese que nos lleva a nuestro ser más íntimo, y que nos abraza al mundo que nos rodea. El que silenciosamente une lo invisible, lo intangible. Nuestras abuelas tenían en el buró las obras de Amado Nervo o Gustavo Adolfo Bécquer. Los maestros de educación media sabían de Neruda o Benedetti. A mi generación ya le tocó Sabines, por ejemplo. Son nombres que acreditan la palabra llena de música, el adjetivo que toca el sentido de lo profundo. El juguete maravilloso que creó la humanidad para darles cuerda a las emociones eternas. Viene lo anterior a propósito de que actualmente se está vendiendo en los cada vez menos establecimientos de periódicos y revistas de nuestra ciudad -se distribuye ¡en todo el orbe hispanoamericano!, tengo entendido- la serie "Poemas esenciales", una colección de poetas clásicos, de Góngora y Lope de Vega a Verlaine y Cavafis, de Sor Juana Inés de la Cruz a Gabriela Mistral y Rosalía de Castro, entre otros. Oro puro, para quién lo sepa valorar.
Entonces ¿se lee o no se lee poesía? Poca, evidentemente, pero gracias a estos amplios tirajes comerciales se contribuye a mantenerla siquiera vigente. Con portadas bellísimas por sus ilustraciones de flores estilizadas y pájaros multicolores (aunque el papel de interiores no es de muy buena calidad, por lo que se advierte) son privilegios para la vista, digámoslo con la afortunada frase hecha, y oportunidades magníficas para vernos por un instante en el espejo de la trascendencia.