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Sensatez

Federico Reyes Heroles

El escepticismo es lo normal. Reuniones inútiles rodeadas de fanfarrias y muchos policías hemos visto muchas. Todas con su fotografía oficial para la historia. Los ricos, los más ricos, los hiper ricos, “cumbres” una y otra vez, G5, G7, G20. Y sin embargo en esta ocasión hubo sustancia. Vayamos desde el origen para vencer al escepticismo.

El G20 no es un club exclusivo de los ricos, de ahí su impacto verdaderamente global. Ya son 24 naciones que reúnen el 80 por ciento de la riqueza mundial. La presencia de China, India, Brasil, Indonesia con sus 225 millones de habitantes y Rusia con sus 140 convierten a ese foro en un mosaico de intereses mucho más representativo del orbe. Recordemos el nuevo orden. El PIB de la Unión Europea como tal supera al de los Estados Unidos. Con todas las fracturas y diferencias ese actor es central. Al G20 acudieron los peses pesados de la Unión. Los cambios en el globo son tan vertiginosos que la última ocasión en que se reunieron Alemania era la cuarta economía más potente del orbe; hoy es la quinta por debajo de China. Las reservas de China y Japón se acercan a los tres trillones de dólares; algún destino tendrán en el reacomodo del mundo. Pero no sólo es una cuestión de números.

El G20 se reúne en la primera gran crisis del mundo global que requiere soluciones globales. Sólo los grandes actores, ya sea por la potencia de sus economías o por el peso de sus naciones pueden ahora proponer alternativas que estén a la altura. Algunas de ellas aparecieron. La iniciativa franco-alemana de acabar con los paraísos fiscales prosperó. El asunto podría parecer meramente financiero, pues podría haber unos 7 billones de dólares que cruzan por esos lugares. Pero no sólo es el monto sino el margen de irregularidades fiscales que facilitan. Son una coraza que protege la corrupción en el mundo y facilita actos criminales. Pero hubo más.

Obama llegó a ejercer el papel de liderazgo que el mundo en crisis le empieza a asignar. Sin embargo no todo fueron victorias para él. Con gran habilidad supo leer que su propuesta de inyectar mayores recursos no avanzaría sin una regulación más estricta que demandaban de nuevo Alemania y Francia, entre otros. Se acordó por ello, con fecha de inicio, la regulación de los famosos hedge funds, fondos de alto riesgo que, por su mal manejo, sacudieron al mundo. Es una muy buena noticia de certidumbre. A ello se agregó un punto sustancial para una nueva arquitectura financiera mundial: la supervisión de las llamadas agencias calificadoras cuya creciente influencia en los mercados globales es determinante. Parte del terrible engaño global que estalló en el 2008 fue producto de la irresponsabilidad de algunas calificadoras. Su función será supervisada por colegios. Es otra buena noticia.

Una de las notas que más ruido generaron y con razón por su impacto inmediato fue la multiplicación por tres de los recursos de rescate asignados al FMI. Los mismos serán canalizados mayormente a los países emergentes contagiados por la crisis. No es un paliativo menor, pues para muchas naciones, incluidas los que gozan de salud financiera como México, esos recursos podrían ser el puente para salvar aparatos financieros, bancos y a través de ellos a empresas arrastradas en el torbellino. Atrás está el empleo como prioridad. Pero además se adelantó dos años la reestructuración del FMI comenzando por la designación de su director-gerente que deberá ser meritocrática y no política como lo es en la actualidad.

Las buenas noticias que rebasaron a Londres fueron más allá de los apoyos financieros para salir de la crisis y llegaron a la bella Praga. Allí Barack Obama sorprendió al mundo al proponer el fin de la era de armas nucleares. “Declaro claramente y con convicción el compromiso de los EE.UU. de buscar la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares”. Por fin, el sentido común parece regresar a la Casa Blanca. En tono de tolerancia admitió el derecho de cualquier país, incluido Irán, a la energía atómica. Pero claro, la iniciativa de Obama, que se produjo el mismo día en que Corea del Norte hace estallar satélite-misil, molesta a varios: Pakistán, India, Rusia, Israel y por supuesto Irán. Sin ingenuidades Obama habló de persuadir desde el gran poderío de los EE.UU. Llamó a acabar con el pensamiento fatalista que condena a la inacción.

Como remate en un escenario internacional alentador, ayer dio inicio a la orilla del Bósforo en Turquía la segunda ronda del Foro de la Alianza de las Civilizaciones. Se trata de la iniciativa de Rodríguez Zapatero lanzada en el 2004 como una alternativa frente a la ceguera y tozudez del discurso de Bush. A él asistirán no sólo Obama, como muestra de una nueva actitud, sino también varios representantes muy significativos del mundo del Islam. Hay razones para cierto optimismo. La sensatez y la decisión de actuar hicieron presencia. Los costos de la estupidez son hoy evidentes. Increíble: un hombre, Obama, hace la diferencia.

Escrito en: mundo, Pero, ricos,, recursos

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