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APUNTES PARA EL SIGLO 'EL CANATLÁN'

RAFAEL ORTIZ ERZEÑOS

Un personaje desarraigado y ordinario, con una vida extraordinaria.

Se transforma en leyenda en este Durango de ayer.

Lic. Juan Ángel Chávez.

Iniciaré este ensayo biográfico, con el primer día de su muerte, parafraseando al señor licenciado Don Enrique Torres Cabral, en uno de sus poemas "Yo no soy hombre de la calle. La calle es mía". Así pudiéramos decir del hombre que llevó como apodo, el nombre de su pueblo, hasta los confines de su universo. José Luis Orona Alvarado "EL Canatlán". Engrandeció el sentido de pertenencia con agrado, orgullo y dignidad. Hombre sencillo, humilde, religioso, dicharachero y alegre. Con una gran pasión: el futbol. Siendo objeto de varios reconocimiento por los chutadores amateur.

Soñaste que asistías a tu propio funeral, pudiste ver a todos tus amigos y familiares con ánimo de fiesta, y tú más que nadie por la grata oportunidad que te brindó la muerte de convivir con toda tu gente; el ambiente era propicio para la reunión de jóvenes y no tan jóvenes que en pequeños grupos conversaban y de cuando en cuando se escuchaban risas, bromas, rezos y hasta cánticos, no se sentía tristeza o consternación, como que la familia esperaba el desenlace, la mayoría llevaba ropa casual, y las coronas de flores daban un aroma de Iglesia.

Ahí estaban los directivos del IMSS, del Sindicato y los del futbol, tu ex jefe el señor Fernández de Castro, umpecablemente vestido de negro, la raya del pantalón tan vertical que atravesaba el charol de los zapatos para continuar

Hasta el centro de la tierra, camisa blanca inmaculada, y su corbata de seda negra italiana parecía que había sido fabricada para esa ocasión. Ni un solo cabello estaba fuera de su lugar.

Se te acercó con pasos firmes y te abrazó murmurándote dos palabras el aroma sutil a Old Spice te hizo recordar la primera vez que entraste a la "Camisería Londres" a conseguir trabajo; entonces tenías diez y siete años, no conocías la ciudad, recién llegado de tu natal Canatlán, obligado por las circunstancias, huérfano de ambos padres. La Camisería era una tienda de artículos de caballero, limpia, con mucha luz y espejos, las empleadas parecían artistas de cine, pensaste que te habías equivocado de tienda y habías entrado a un salón de belleza, bueno nunca habías entrado a uno, pero todo estaba bello, con olor a flor de manzana pero más bonito, Buenas tardes señorita, a quién busca, a Don Antonio, es el que está en el escritorio, Buenas tardes Don Antonio, qué se le ofrece joven, ando consiguiendo trabajo, qué sabes hacer, nada, pero aprendo, quién te recomienda, mi hermana, Y quién es tu hermana.

Sacaste de la bolsa un sobre con una carta y se la entregaste. Después de unos segundos, así qué tu hermana es monjita del Sagrado Corazón, sí padre ... digo, Si señor, Bueno vente mañana temprano, mira... mete esas cajas, de aquí de la tienda, a la bodega. Eran dos cajas que estaban en la puerta y había otras veinte cerca de la pared, en unos minutos metió todas las cajas y las acomodó en la bodega. Bueno ya vete, antes que hagas perjuicios, ya mañana Dios dirá.

Al día siguiente ahí estaba desde las siete de la mañana. Al que madruga Dios lo ayuda, aunque abrieron hasta las diez, trabajarías como cobrador, ya que no había tarjetas de crédito y se acostumbraba comprar en abonos. Los regalos que trarían etiqueta de "Camisería Londres" eran los más distinguidos en nuestra sociedad.

Estábamos en la época de los sesenta: el Rock de la cárcel de Elvis Presley nos invadía, se oía hasta en las rancherías, las chicas bailaban al ritmo de las crinolonas, el Duendo Rojo iba perdiendo popularidad y las tardeadas eran copia de las películas gringas. Empezaba Enrique Guzmán cob los "Tin Tops".

Popotitos no eres un primor pero bailas que da pavor

A mi popotitos,

Yo le di mi amor.

Década del Cerro Mercado y la matanza de Tlatelolco que no se olvida, Durango era un rancho grande donde todos nos conocíamos, y tú con tu empleo y motocicleta, te sirvieron para relacionarte con personas de los diferentes ambientes sociales, bancarios, políticos, comerciales, deportivos; el rugir del motor de tu cabalgadura prevenía, para ir preparando el abono y disponerse a reír un rato con tus puntadas, eras más conocido que los alacranes, por tu apodo "El Cana" (paradojicamente en tu pueblo eras poco conocido, los de siempre pedían que no te dijéramos "El Canatlán" porque iban a pensar que todos los de allá, eran como tú). Nadie es profeta en su tierra.

Como Centauro hacías relinchar tu jaca desde las primeras horas del alba y te dabas tiempo al medio día de ir a los frontones de la ciudad deportiva donde desaforabas sus energías de juventud y constitución física. Cuando no completabas en los frontones, te pasabas a las lijas de la prepa, canchas de futbol ríspidas, que en cada barrida se untaba la piel, pedías chance y te echabas su cascarita, para después desaparecer entre nubes de polvo y humo de tu cuaco, y continuar tu trabajo, en vez de cobrar, dabas... por el don de gentes que poseías, tu Babieca (caballo del Cid) era amigo del viento y de la lluvia, y se hablaba de tu con los baches, los perros y los semáforos, con uno que otro Rocinante y Unicornio.

Comenzaste a hacer amigos, costumbre que no se te olvidó, sino lo contrario se agigantó con el pasar de los años, formaste parte de equipos de futbol, llegó a ser este deporte el amor de tu vida.

(Continuará)

Escrito en: habías, estaba, todos, eran

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