Editoriales

De Política y Cosas Peores

CATÓN

La recién casada le hizo una íntima confesión a su más cercana amiga. Le dijo: "Hay algo que no me gusta de mi esposo. Cuando hacemos el amor le da por lamerme las orejas en los momentos de mayor excitación". "Si eso te disgusta -le aconsejó la amiga-, úntate en la parte de atrás de las orejas un poco de queso Roquefort. Ese queso tiene un olor tan fuerte que seguramente tu marido renunciará a su costumbre lamedora". Días después las dos se encontraron nuevamente. Preguntó la amiga: "¿Cómo te fue con la receta que te di, la del queso Roquefort?". Responde mohína la recién casada: "No pudo haberme ido peor. Ahora mi marido lleva a la cama cerveza y galletitas"... Florilí, muchacha candorosa, estaba muy enojada. Les dijo a sus compañeras de trabajo: "Perfidio, mi novio, me engañó". "¿Cómo te engañó?" -se preocuparon ellas. Relata Florilí: "Antes de hacernos novios me dijo que tenía un carro convertible''. "¿Y no era cierto?", inquieren las amigas. "Tiene un carro convertible, sí -replica la muchacha con rencor-. Pero es porque de día vende paletas, y de noche hot-dogs"... "Papá -le dijo con voz lenta y cansina el nada listo muchacho a su progenitor-. Al fin supe por qué soy tan bruto. Hoy estudiamos en la escuela las leyes de la herencia''... El que sigue es un chiste surrealista. Las personas que no gusten de leer chistes surrealistas sean realistas, y suspendan aquí mismo la lectura. Dos avestruces machos atravesaban una vasta planicie africana, y vieron que por ahí andaban dos avestruces hembras. Echaron a correr tras ellas con evidentes intenciones de erotismo. Ellas arrancaron también a toda velocidad a fin de salvarse de los impetuosos rijos de sus cachondos congéneres. Los avestruces machos corren más velozmente que las hembras, de modo que fueron acortando poco a poco la distancia que los separaba de ellas. Viéndose perdidas, las hembras se detuvieron de pronto en la carrera. Cada una de ellas hizo rápidamente un pozo en la arena, y metió luego la cabeza en él. Con eso los avestruces machos se detuvieron, desconcertados. Volvieron la vista a todas partes y uno de ellos exclamó lleno de confusión: "¿A dónde se fueron? ¿Dónde están?"... Triste palabra es "desvirtuar". Significa quitarle fuerza o vigor a algo; despojarlo de su naturaleza original. Hay quienes piensan que López Obrador se desvirtuó a sí mismo cuando cambió su talante de combativo líder, duro y agresivo, por el tono conciliador y la mansedumbre que todo lo perdona de su utópica "república amorosa". La gente se pregunta cuál de los dos es el verdadero AMLO: el de antes o el de ahora. Nadie sabe en qué camino de Damasco recibió el tabasqueño la súbita revelación que lo hizo convertirse en otro tan de la noche a la mañana, como Saulo. Muchos piensan que esa transformación es mero cálculo político, y que si López Obrador llega a la Presidencia lo primero que hará será decir: "¡Al diablo las reconciliaciones!", y volverá a ser otra vez quien siempre ha sido. Otros, por el contrario, sienten que la conversión del antiguo ocupante de Reforma y el Zócalo es sincera, y que a ese cambio corresponde el perdón que magnánimamente, generosamente, franciscanamente otorgó el antes irreductible AMLO a su enemigo mayor, Felipe Calderón. Lo del perdón no gustó a sus partidarios, en tanto que lo del nuevo amor no convence a quienes siempre han recelado de él. Así, López Obrador no logra ahora quedar bien ni con los suyos ni con los ajenos. Lo peor es que se ha atado a su nuevo mensaje pacifista, y no puede ya renunciar a él. Mal se presentan las cosas para quien se proclamó a sí mismo Presidente Legítimo de México y ahora se mira en un modestísimo tercer lugar en la preferencia de los electores. "Papi -preguntó la niñita-. ¿A dónde se van las mujeres buenas?". "Depende, hijita -respondió el señor-. Si son buenas, se van directamente al Cielo. Si están muy buenas, entonces se les dificulta mucho llegar a él"... Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, estaba jugando boliche con una morenaza estupenda. Le dice el salaz sujeto a la muchacha: "Si hago esta chuza te invito a cenar en el mejor restorán de la ciudad". Hace Afrodisio su tiro, y logra la chuza. Dice entonces ella: "Si yo hago esta chuza te invito a ir después a mi departamento". Tira la bola. En ese preciso instante Afrodisio corre, detiene la bola y regresa con ella al tiempo que dice en tono displicente: "¿Qué caso tenía dejar que llegara? Era chuza segura"... FIN.

Escrito en: avestruces, Obrador, queso, López

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas