El viaje del Papa a los Estados Unidos y Cuba la semana pasada, ha generado multitud de comentarios e incluso de juicios sobre la persona de Jorge Bergoglio y su desempeño como sucesor de Pedro, en los que cada quién exige un Papa a la medida propia de cada cuál, como corresponde al egocentrismo individualista imperante.
La visita papal tiene dos vertientes, una línea pastoral de la Iglesia en el Octavo Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Filadelfia, ciudad emblemática en la lucha por la defensa de los derechos civiles incluida la libertad religiosa, y otra vertiente abierta a todos los hombres de buena voluntad, en la que a riesgo de rayar en la ambigüedad y de no darle gusto a todos, el papa aborda una agenda mundial tan amplia como dispersa a partir de los grandes círculos viciosos derivados del desprecio por la vida humana, los ataques a la familia, el narcotráfico, los abusos del sistema financiero, la pobreza, las migraciones masivas, el tráfico de personas, la guerra en todas sus formas, etcétera.
En su discurso ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el Papa acude a principios contenidos en los documentos que fijan las bases de su pontificado a saber: La exhortación apostólica Evangelii Gaudium o La Alegría del Evangelio, en la que renueva el compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio, y la encíclica Laudato Sí, que más allá de la propuesta sobre el cuidado del medio ambiente que contiene, resume toda una cosmogonía (visión del orden universal) centrada en la persona de Jesús de Nazareth, que incluye a la naturaleza creada por Dios, como el ambiente físico que rodea al hombre en el camino hacia su destino trascendente en Cristo.
En el mismo discurso, Francisco reitera su rechazo a la "economía de exclusión" que tiene a los pueblos a merced de los mercados financieros y dice "no al dinero que gobierna en lugar de servir".
En contra de la planeación autoritaria de los gobiernos en materia educativa y desarrollo social, Francisco ratifica los principios de solidaridad (haz a otros lo que quieras para ti) y subsidiariedad (tanta sociedad como sea posible y tanto gobierno como sea necesario), que son rectores del bien común y base de la Doctrina Social de la Iglesia.
El Papa se refiere a los hombres y mujeres concretos a los que considera capaces de superar la pobreza extrema, sin sacrificar su libertad al poder del estado. Sostiene que el desarrollo humano integral y el ejercicio pleno de la dignidad humana deben ser edificados por el propio individuo desde cada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación entre los diversos organismos intermedios de la sociedad: comunidades, municipios, provincias, naciones. El Papa reivindica el derecho primario de las familias a educar y el derecho de las Iglesias a colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos.
En el viaje papal nada es nuevo y todo ha sido renovado. Francisco lleva la Palabra a sabiendas de que algunos de sus interlocutores tratarán de reducir su gira a una foto que les sea políticamente rentable, pero aprovecha para inspirar al pueblo de Dios desbordando los límites que pretenden fijar los poderes terrenales a la misión de la Iglesia; acepta el desafío de volar sobre el pantano, porque prefiere que la Iglesia "resulte accidentada, manchada y herida por salir a la calle, antes que enferma por el encierro...".
Lo anterior implica un riesgo que dada la naturaleza de lo Cristiano, termina en la incomprensión y en la Cruz. No fue otra su suerte como servidor de la Iglesia Argentina en la que los individualismos egocéntricos locales, se apropian de la figura de Jorge Bergoglio o la rechazan a conveniencia, para etiquetarlo con irresponsable desparpajo como militante del peronismo de los años cincuenta y dos décadas más tarde, como colaborador de la Junta Militar o capellán de la guerrilla castro comunista.