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Fiesta del pueblo sigue a la par de la mesa de diálogo en Nochixtlán

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Fiesta del pueblo sigue a la par de la mesa de diálogo en Nochixtlán

EL UNIVERSAL

Los tronidos al aire alertaron a maestros y visitantes, que por cientos copan este municipio mixteco, escenario de un enfrentamiento el 19 de junio pasado, con un saldo fatal.

Pero esta vez son juegos pirotécnicos que encienden a unas cuatro cuadras del epicentro político y social, la primaria Abraham Castellanos, donde maestros y familiares de víctimas vierten reclamos ante el subsecretario de la Segob, Roberto Campa.

De nueva cuenta al mediodía, suenan tronidos de cohetes en el barrio de Las Flores, en el centro de la ciudad, que conmemora su fiesta anual en honor de San Pedro Apóstol.

En la esquina de Nicolás Bravo y Benito Juárez está la capilla en honor al santo patrono, a tres cuadras del palacio municipal, que luce destruido, abandonado y sin autoridad, pero el barrio también está de luto.

Este jueves le tocaba a la familia de Óscar Luna Aguilar, uno de las ocho víctimas del 19 de junio, presidir los ochos días de la fiesta religiosa, cuya fecha principal fue el 29 de junio.

“Él salió a defender a su pueblo, porque no son los maestros los que se defendieron, es el pueblo el que no quiere policías ni Ejército.

“El joven fue valiente. Cuando escuchó que había enfrentamiento, de inmediato salió de su casa, a media cuadra de la capilla. Corrió a apoyar a nuestra gente. Al final dio su vida, pero fue por una buena causa”, platica una de las feligreses.

Jueves al mediodía. La ciudad aparenta calma. Los comercios laboran con normalidad; las cafeterías y restaurantes están repletos a causa de la visita de funcionarios, periodistas y pobladores de otras comunidades.

Pero la gente no quiere hablar. El miedo se percibe. En el parque principal, mujeres y hombres, menores y adultos, descansan; el kiosco luce letreros contra los gobiernos federal y estatal. El Palacio Municipal está abandonado.

Del alcalde, el priísta Daniel Cuevas, nadie sabe desde hace casi tres semanas. El mercado funciona también con normalidad; expenden la tradicional barbacoa blanca de borrego y enormes tortillas de trigo.

En la calle principal, Porfirio Díaz, y las aledañas al centro, los comercios pequeños laboran sin contratiempos. Pero nadie quiere dar su opinión.

“¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué llegan así nomás a nuestro pueblo y no se identifican? Mire, allá están dos señores de chaleco, no sabemos quiénes son. ¿Qué tal si son policías?”.

La queja de una vendedora de dulces confirma el terror con que viven los moradores: “Ese día de los balazos los niños chillaron, muchos se desmayaron, ¿por qué apenas vienen? Nuestro pueblo ha estado abandonado por mucho tiempo y nadie se acuerda; aquí no hay autoridad”.

Escrito en: pueblo, nadie, maestros, quiere

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