El jueves de la semana pasada, al iniciar el peor escándalo sobre narcotráfico que ha tenido el Gobierno, una caravana de dos Hummers y varios vehículos blindados protegidos por un grupo de francotiradores circuló por las calles de León, rumbo a un hotel de lujo. La figura principal era Daniel Cabeza de Vaca, el procurador general, quien junto con casi toda la plana mayor de la PGR, iba a un seminario sobre liderazgo. Qué paradoja de la real politik foxista donde el responsable de la lucha contra el narcotráfico, en un momento de crisis, no se daba cuenta de su significado ni de sus consecuencias. Pero tampoco habría que esperar mucho de Cabeza de Vaca, una de las equivocaciones más graves que ha tenido el presidente Vicente Fox en su gabinete.
El escándalo que sigue sacudiendo las estructuras del Gobierno se disparó con la difusión de un video donde aparecían cuatro miembros de Los Zetas torturados y ejecutados, donde se involucraba al ex procurador Rafael Macedo con el cártel del Golfo. Se ahondó con la revelación en EL UNIVERSAL del video original del suceso, donde se inmiscuía a más funcionarios y policías, generando nuevos conflictos hacia el interior de la administración y una semiparalización y deslegitimación de parte de la lucha contra la delincuencia organizada. En este nuevo caos foxista, la cabeza de la hiedra se encuentra en Cabeza de Vaca, a quien nueva información ubica como el responsable primario, por incompetencia, de este desastre que no tiene en dónde acabar.
La razón por la que comenzó a circular el video de Los Zetas se debe a una propuesta encubierta del Gobierno de Estados Unidos en contra de la PGR, porque hizo caso omiso en repetidas peticiones para que detuvieran a 40 ex militares que se fueron a trabajar con el cártel del Golfo. Sus identidades se encontraban en una lista que le entregó el procurador estadounidense Al González a Cabeza de Vaca, cuando lo recibió en Washington en mayo pasado, pocos días después de relevar al ex procurador Rafael Macedo. El mexicano ofreció acciones, pero no pasó nada. En junio, durante una reunión de trabajo en Houston, le volvieron a preguntar por los resultados, pero Cabeza de Vaca tenía las manos vacías. Ahí mismo, el jefe de Contrainteligencia del FBI, Gary Bald, preguntó qué uso habían dado al video de Los Zetas que proporcionaron a la PGR, pero no obtuvo respuestas a sus dudas.
Los estadounidenses estaban contrariados. En junio mismo, el Departamento de Estado emitió una alerta a sus ciudadanos para que no visitaran Nuevo Laredo, mientras que el embajador Tony Garza tuvo palabras fuertes sobre la violencia en la frontera. Lejos de entender lo que estaba sucediendo, Cabeza de Vaca hizo dos cosas: no actuar contra Los Zetas, y afirmar que ni había zetas en México y que había más asesinatos en Los Ángeles que en Nuevo Laredo. No podía haber sido más desafortunado, pues sus declaraciones coincidieron con la elaboración de un White Paper del FBI sobre Los Zetas, que se sumó a los reportes del cónsul estadounidense en esa población, Michael Yoder, quien tiene una larga experiencia en Colombia.
Todas esas peticiones soslayadas motivaron que el FBI enviara un ultimátum a la PGR, para que detuviera a los militares desertores, añadiendo en un oficio las direcciones donde se les podía ubicar. Nuevamente, la solicitud cayó en el vacío. La divulgación del video fue una represalia directa contra el Gobierno mexicano ante la inacción frente a Los Zetas, a quienes ven como una amenaza creciente para Estados Unidos, por su movilidad y continuo reclutamiento de militares y policías. Pero esa acción no fue en frío, sino que se dio en una escalada mediática y de opinión pública que comenzó el martes de la semana pasada cuando en El Paso, Texas, donde se encuentra el principal centro de inteligencia en la frontera con México, el presidente George Bush afirmó que toda la región era peligrosa. Al día siguiente, en vísperas de la difusión del video, el secretario para la Seguridad Territorial, Michael Chertoff, precisó las medidas que tomarían para reforzar la vigilancia fronteriza.
Las coincidencias no existen dentro del gobierno estadounidense, como tampoco talento en el foxista para ver las señales de que se les avecina una catástrofe política. Cabeza de Vaca, el puntal en la materia, es francamente un ignorante en el campo político. Con una crisis en ciernes, se fue a León al seminario sobre liderazgo, precisamente del que adolece. El día que estalló, sin consultarlo, el subprocurador para Delitos de la Delincuencia Organizada, José Luis Vasconcelos, declaró que los responsables de la tortura y ejecución de cuatro zetas eran miembros de la Agencia Federal de Investigaciones, lo que detonó aún más el conflicto dentro del Gobierno. Cabeza de Vaca fue obligado por Los Pinos a desmentir a Vasconcelos el domingo, pero lejos de castigarlo, lo ha respaldado. Igual ha hecho con Genaro García Luna, el jefe de la AFI, en una apuesta salomónica que lo único que muestra es incapacidad para resolver el conflicto que se desató entre los dos. Es decir, sus dos brazos en la lucha contra la delincuencia organizada no se hablan, se detestan y rompieron la colaboración. ¿Y Cabeza de Vaca? Alimentando las contradicciones y las pugnas.
El presidente Fox lo llamó a consultas el lunes pasado, y le dio un espaldarazo. Mal. Tendría que haberle pedido la renuncia por haber metido a su gobierno en la peor crisis de seguridad pública del sexenio, con el añadido de que en esta ocasión el final no depende de Fox, sino de Estados Unidos, del que se espera siga sus ataques porque los desertores siguen libres. Fox le habría hecho un servicio a su amigo, el Procurador, quitándolo de un puesto en el que chapalea. A él, para evitar que la mancha del narcotráfico incrustado en su Gobierno lo persiga históricamente. Y de paso, por si se le olvidara, a los mexicanos, al devolverle un poco de confianza en sus gobernantes.