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YAMIL DARWICH

El 5 de junio del 2017 empezó una alargada novela política. Ese día, cerca del 60% de los ciudadanos coahuilenses empadronados acudimos a las urnas para definir quién sería nuestro nuevo gobernador.

Para entonces, la mayoría de los laguneros manifestamos, de una u otra forma, la insatisfacción con el moreirismo; todos sentimos, con justa razón, haber sido abandonados, abusados y que urge un cambio.

Esa noche también inició la guerra de declaraciones: Guillermo Anaya, enfático, aseguraba haber ganado y lo mismo hacía Miguel Riquelme; ambos festejaban el triunfo apoyados por sus seguidores, sin confirmarlo ninguna autoridad electoral.

La novela continuó diariamente; las partes denunciaban, cada vez con mayor énfasis, las irregularidades y violaciones a la ley electoral y ninguno demostraba decir verdad, dejando a los electores confundidos, ahogados por un mar de información y desinformación, manipulados abusiva e intencionalmente.

La guerra de agresiones se salpimentaba con noticias de fuera del país y del estado, acusando a Rubén Moreira de encubrir al hermano, con declaraciones que lo señalaban como cómplice de magnicidio, robo, complicidad con narcotraficantes, abuso de autoridad, etc. Luego, al mismo gobernador saliente le hicieron señalamientos similares que mancharon -aún más- su imagen política y personal.

Coahuila, está dividido como nunca, entre blanquiazules y rojiblancos; otros ciudadanos apoyando a candidatos independientes y algunos más navegando con el impulso de la corriente.

Las agresiones verbales se volvieron muy violentas y llegaron a las demandas ante el Tribunal Electoral del Estado y luego hasta las autoridades federales. ¿Payasadas?

En el confuso ambiente, nadie respondió que sucedería con nuestros intereses ciudadanos, pasándonos del inconformismo a la indignación.

Los medios de comunicación hacían su parte informando sobre dimes y diretes, de graves acusaciones de malversación de los dineros del estado que incluían créditos sobre créditos para abonar a intereses, sin lograr disminír el capital.

Especial participación tuvieron las redes sociales que mezclaron verdades con mentiras y llegaron a confundir a los lectores con notas y cifras desacreditadas o datos del pasado y junto a ellos, los "jilgueros de plumas ligeras", escribiendo, defendiendo a su candidato o tratando de denigrar al opositor; algunos abonados y otros por enojo, todos provocando mayor confusión ciudadana. ¿Quién se beneficiaba?

¿Hoy... mañana... la semana que entra!, aseguraban los que decían saber "de buena fuente" cuando vendría la decisión final, aumentando el morbo y las apuestas sobre el que sería ganador. Mayor desencanto y coraje ciudadano.

Finalmente, la noche del 24 de noviembre llegó la resolución de las autoridades electorales ratificando a Miguel Riquelme como ganador de la elección, quien deberá tomar posesión del puesto el primero de diciembre, "sacándose al tigre" enardecido.

Toda la novela política sirvió para crear expectativas de cambio, porque ganara quien ganara sería lagunero y "!nos sacaría del abandono¡", a pesar de la errada declaración de Miguel, que aseguró a los saltillences que serían sus consentidos, mal aconsejado por torpes asesores que olvidaron el regionalismo lagunero.

Hacia el futuro los laguneros vemos una gobernatura con retos verdaderamente importantes:

Satisfacer la ansiosa necesidad de los regionales de reencontrar nuestros niveles de seguridad social, con un ambiente en el que podamos deambular tranquilos y sentirnos protegidos en casas y negocios. Las declaraciones y estadísticas no son suficientes para generar confianza y convencernos; será un gran reto para el gobernador y el alcalde entrante.

Continuar intentando controlar el narcotráfico en La Laguna, buscando la coordinación con el gobernador de Durango -de partido político contrario-, quién al parecer no dimensiona -o no le importa- la importancia que tiene para su estado La Laguna de Durango.

Promover empleo y desarrollo industrial con resultados efectivos.

Satisfacer las quejas laguneras en relación a servicios públicos: redes de agua altamente deficientes por deterioro que, al decir de expertos, desperdician más de la mitad del agua entubada; drenaje inexistente y el que muestra evidencias de haber existido asolvado por tierra, basura y todo tipo de materiales de deshecho, descuido que se manifestará a la primera lluvia de moderada intensidad.

Pavimentación incompleta, destruida en buena parte de las ciudades laguneras, quedando en nuestra memoria su intento -cuando presidente municipal- de repavimentar a Torreón, con materiales de tan mala calidad que ahora muestran acelerado deterioro; a ello se sumarán las demandas por las fallas de un sistema de alumbrado eléctrico "LED" que, al parecer, nos endeudo por muchos años y que incumple su función en colonias y barrios.

Ante todo, su identificación con el Moreirismo que, -con o sin razón- ha sido identificado como la corrupción desenfrenada.

Todo esos retos sin dinero, por la megadeuda que crece sin poder detenerla y que aceptó, transformándolo en el gobernador que pudiera declarar la quiebra estatal.

Verdaderamente requiere de un voto de confianza -si acaso se puede dar- y esperar de él: no milagros, solamente trabajo honrado. ¿Podrá cumplirnos?

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Escrito en: Diálogo gobernador, que,, sería, novela

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