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El ingreso básico y la realidad política

JULIO FAESLER

JULIO FAESLER

La Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) ha puesto en la mesa la propuesta de un "Ingreso Básico" que se distribuiría a todos los habitantes del país como una percepción individual, independientemente de la edad o condición personal. El concepto de otorgarle a cada habitante de un país una especie de salario permanente se deriva de la necesidad de vencer los altos índices de pobreza que aquejan a las sociedades actuales pese a los aumentos en el crecimiento de la economía.

El hecho confirmado en prácticamente todo el mundo, solo los más prósperos como los nórdicos quizás se exceptuarían, es en el sentido de que la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado alarmantemente arrastrando con ello toda meta de justicia social.

El tema es de mucha actualidad. Cada día se confirma la incapacidad de los gobiernos para resolver el problema de la pobreza que aumenta. En México las cifras oficiales informan de la terca persistencia de los sectores que permanecen por debajo de la línea de pobreza. La caída en el nivel de vida de las mayorías está acompañada de estadísticas que precisan lo reducido del número de personas que concentran la riqueza nacional. De acuerdo con los datos más recientes el 1% de la población mexicana equivale al total de la riqueza distribuida entre los demás. Nuestro caso está lejos de ser el único. Los países europeos y Estados Unidos exhiben la misma inequitativa situación.

El combate a la pobreza simplemente dicho no es el fondo del propósito que respalda la propuesta de darla a cada individuo un ingreso personal, sea o no que ya cuente con ingresos por concepto de salarios, remuneraciones, pensión. El principio igualador busca poner a todos en un mismo plano. No importa el destino que cada uno dé al dinero que reciba. Al usarlo el rico se beneficia la colectividad con el aumento en consumo lo que refuerza las energías del mercado. El pobre que lo obtiene accede a su verdadera libertad.

De igual importancia es el efecto que se obtiene al darle poder económico al que por cualquiera razón carece de él. Es el caso del desempleado, el que no puede romper la herradura de su miseria por falta de educación o preparación o por formar parte de la familia de la que jamás ha recibido dinero. Todos ellos se encuentran en una posición de inferioridad social.

Uno de los argumentos más poderosos en favor del Ingreso Básico es que constituye una puerta segura para darle personalidad efectiva al individuo que de otra manera no tiene posibilidad alguna de hacer valer sus derechos. La realidad de millones de personas que no tienen independencia real por falta de una mínima capacidad económica está a la raíz de las inquietudes sociales que se transforman en acciones políticamente destructivas.

El Ingreso Básico equivale a dotar al individuo de la capacidad de ordenar y realizar su propia vida y contribuir a la comunidad dejando de ser una carga que significa un pesado déficit que demanda una variedad de programas asistenciales que a su vez gravan una importante parte de los presupuestos nacionales. El Ingreso Básico, concebido como un derecho desde el nacimiento, es, a diferencia de los beneficios establecidos en los programas sociales conocidos, de carácter universal y no constreñido a ciertos grupos. El ingreso básico puede fijarse a diversos niveles según se trate de jóvenes o adultos, o bien habitantes de una región más necesitada o deprimida. Debe ser pagado en efectivo y en forma regular en vez de una sola vez.

México ya conoce una variante del Ingreso Básico en el pago que se da en el Distrito Federal a los adultos mayores. Instituido hace varios años, indistintamente a hombres y mujeres, y que forma parte importante de las economías de millones de beneficiados. Un programa nacional de Ingreso Básico sería una extensión de lo que ya funciona con patentes beneficios.

Hay objeciones al Ingreso Básico que provienen de diversos analistas. Independientemente de la filosofía que lo sustenta, la primera que se presenta es la de su costo. La respuesta inmediata está en que, a la postre, es más barato en términos de costos administrativos distribuir un ingreso básico a toda la población que cubrir los elevados y a veces exagerados gastos que implica la operación de una diversidad de programas de asistencia social que, por su propia naturaleza con frecuencia hasta inhiben los resultados que se esperan que son de estimular el empleo y la actividad económica.

La propuesta de un Ingreso Básico para México no tiene un futuro fácil. En primer lugar el propuesto candidato del PRI para presidente de la República expresó ayer en entrevista por radio que no cree en las virtudes del mencionado pago universal. No sorprende su posición dados sus antecedentes hacendarios. Es una muestra más de que la reformulación de nuestra sociedad hacia nuevos parámetros es una tarea lejana.

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