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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Seguramente, los padres de familia tenemos muy claro cuál es nuestro proyecto de vida a estas alturas de nuestra existencia; sin embargo, en el caso de los hijos no siempre conocemos sus planes, sobre todo si no hay la suficiente comunicación para compartir puntos de vista en torno a lo que ellos esperan del futuro a corto, mediano y largo plazos, principalmente si no desean darlos a conocer por sus razones, o simplemente porque aún no los han definido en virtud de que consideran que todavía es prematuro para llegar a esa etapa.

No obstante, esto no debe ser motivo de preocupación nuestra si, por ejemplo, los hijos aún son niños y adolescentes a los que aún no se les despierta la inquietud y la curiosidad por pensar y meditar sobre la necesidad de forjarse un proyecto de vida, sobre todo en lo relativo a su preparación académica, lo que implica decidir qué carrera, profesión u oficio desean abrazar para que de ahí se derive su subsistencia económica una vez que ya no dependan de los padres en ese aspecto, un elemento que deberán contemplar pero luego de que ya cumplan la mayoría de edad.

Suele suceder que, en algunos casos, desde adolescentes, los hijos ya vislumbran cómo podría ser su futuro en el aspecto educativo y laboral, lo cual generalmente determinan tomando en consideración sus aptitudes y habilidades en ciertas materias, de ahí que, gradualmente, van cumpliendo sus objetivos, procurando que su aprovechamiento académico sea de excelencia, pues saben que mientras mejores calificaciones obtengan, mayores serán sus posibilidades de acceder a una institución de nivel superior sin problemas en la evaluación de conocimientos para su ingreso, así que diariamente se esmeran por cumplir en todo aquello que implique mejorar y superarse en el plano individual.

Muchos de estos jovencitos son responsables por naturaleza, y han crecido con esa cultura que se les inculcó desde pequeños por parte de sus padres, así que conforme avanzan en su preparación educativa generalmente no tienen problemas u obstáculos para pasar a un siguiente nivel, y si los llegaran a encontrar saben cómo afrontarlos. Si por alguna razón no logran superarlos, entonces saben que pueden recurrir a sus progenitores, quienes les ofrecerán su apoyo incondicional, esa motivación, esa palabra de aliento y, además, posibles soluciones al conflicto por el que están atravesando, de tal manera que hallan ese respaldo que precisan en el momento que se requiere.

Cuando observamos a adolescentes con esas características, podemos pensar que ellos no tendrán grandes complicaciones cuando reflexionen sobre el proyecto de vida que piensan seguir, adoptar y concretar conforme se les vayan dando las condiciones para realizarlo paulatinamente. Sin embargo, la contraparte está en aquellos jóvenes que, por diversas circunstancias, ni siquiera han contemplado la posibilidad de planear su futuro para los próximos cinco o 10 años, debido a que se encuentran instalados en una zona de confort porque no han recibido la suficiente motivación y estimulación al respecto por parte de sus progenitores, quienes les han facilitado todos los satisfactores materiales que requieren en el momento, sin ponerse a meditar que con esa actitud sólo los han convertido en personas dependientes, sin autonomía para decidir sobre lo que esperan de la vida.

En este segmento de jóvenes se ubican los que batallan más para determinar la clase de futuro que les espera a mediano y largo plazos, ya que se acostumbraron a vivir con todo tipo de comodidades de tal forma que siempre tuvieron lo indispensable, pero la realidad con que en ocasiones se encuentran, una vez que les faltan los padres, es difícil de afrontar pues no tienen los elementos mínimos para salir adelante por sí mismos, esa capacidad para generar sus propios satisfactores materiales.

Generar un proyecto de vida, en este contexto, es sumamente complicado, de ahí que los padres debemos estar atentos a la tarea que nos corresponde en este aspecto, que es en el sentido de impulsar a los hijos a que tengan iniciativa para emprender y poner en práctica sus propias ideas, sólo interviniendo si ellos nos lo piden o si observamos que es momento de ofrecerles apoyo pero sin buscarles solucionarles la vida dándoles todo lo que necesitan, pues el propósito es que aprendan a resolver sus problemas sin el respaldo paterno.

Lo ideal sería que el proyecto de vida que se forjen los hijos lo diseñaran ellos mismos a partir de sus aspiraciones, sus anhelos, sus sueños y sus necesidades, con base en factores esenciales como la disciplina, la constancia, la responsabilidad y la honestidad, entre otros elementos que sólo se pueden poner en práctica si se han adquirido a través de lo que les inculcamos en el hogar mediante el ejemplo cotidiano.

Sin embargo, como padres, no debemos cometer el error de "sugerirles" ni de imponerles modelos de proyectos de vida, pues sólo ellos deberán decidir qué futuro quieren forjar para sí mismos y para una familia si determinan que quieren el ejemplo que se les fomentó en el hogar.

Escrito en: Padres e hijos proyecto, futuro, vida, hijos

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