Editoriales

Desarrollo sostenible: del dicho al hecho hay un largo trecho

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Durante las últimas tres décadas se ha acuñado un término que no solo se usa dentro de la academia o en las comunidades científicas, sino también en el discurso público, en las oficinas gubernamentales y en las empresas privadas: desarrollo sostenible o sustentable. Con el se hace referencia a que las actividades humanas tienen un menor impacto en el ambiente o entorno que nos rodea o del que formamos parte.

Sin embargo, en el ámbito académico por desarrollo sostenible entendemos como un nuevo paradigma de conocimiento científico que se presenta de manera transversal entre las diferentes disciplinas de la ciencia, de modo tal que la investigación científica y la propia enseñanza que se imparte se orienta cada vez por este paradigma. El caso más sobresaliente se encuentra en las áreas de ingeniería donde la investigación sobre nuevas tecnologías se orienta a mejorar procesos productivos en forma más amigable con el ambiente.

El concepto de desarrollo sostenible tiene una connotación que contempla aspectos más allá de esa compatibilidad con el ambiente, en virtud de que el desarrollo es visto como un proceso se considera que también sea económicamente rentable, socialmente justo y políticamente viable. Pero desarrollo sostenible no solo es un paradigma de la ciencia, se ha convertido en una cosmovisión sobre el mundo en que vivimos, hoy en día amenazado por la especie humana: es visto como una utopía social, algo a lo que aspiramos aun cuando seamos conscientes de que esa aspiración es ideal.

La propia ciencia ha avanzado en la generación de conocimientos delimitados dentro de este paradigma, pero debemos reconocer que aún no son suficientes para explicar y transformar ese mundo que nos rodea y, lo que es más preocupante, son reducidos los casos donde se aplican. Un ejemplo puede ser representativo: en la Laguna se siembran cada año alrededor de 140 mil hectáreas que siguen utilizando, aunque en algunos cultivos en menor medida, insumos de alto impacto como agroquímicos para controlar plagas y enfermedades en las plantas cultivadas, que contaminan suelos, agua y aire, aunado a las substancias tóxicas que se adhieren o incorporan en los propios productos agrícolas.

Ante ello nos preguntamos: ¿existen las tecnologías que transformen esos procesos productivos agrícolas con un menor impacto en el ambiente y a la propia vida humana? La respuesta es que no en todos los cultivos la innovación tecnológica ha dado respuesta a este tipo de preguntas, hay algunos casos y no en pocos, nuevas tecnologías que permitan cambios en dichos procesos productivos como la fertilización basada en abonos naturales o el control biológico de esas plagas y enfermedades, sin embargo, no en todos ellos han sido validados o existen resistencias entre los agricultores para aplicarlas ante el temor que les afecte en la productividad de sus cosechas.

Así como en estos ejemplos presentes en actividades primarias como la agricultura o la minería, encontramos otros en la industria donde los procesos productivos implican transformaciones mayores en los productos obtenidos de ella, es frecuente requieran el uso de substancias o compuestos químicos que se traduce en la generación de gases, residuos sólidos y aguas residuales que tienen impactos en el ambiente. Aun cuando existen avances importantes en el control de dichos procesos y en la gestión de sus residuos, enfrentan situaciones similares a la agricultura en cuanto a la disponibilidad de tecnologías amigables, a los costos financieros que estas tienen y en las resistencias culturales a los cambios tecnológicos.

En las comunidades científicas cada vez más está ocurriendo esa transición de su quehacer, se está construyendo una nueva cultura inmersa en el paradigma de la sustentabilidad, ahí ocurre un proceso irreversible que la va transformar en su espíritu y esencia, pero que va tardar aún en tanto se forman las nuevas generaciones. Avanzaría más si hubiera una mayor inversión pública y privada en los proyectos de investigación y en la formación de investigadores.

En el ámbito de la realidad, fuera de los campos y laboratorios de investigación, estas transformaciones requieren una longitud de tiempo mayores porque los problemas en que se expresa el deterioro ambiental asociado a la desigualdad social y otros concatenados a estos, en no pocas ocasiones se han convertido en rezagos estructurales que distorsionan los procesos de desarrollo de nuestra economía y sociedad. Desde el ámbito gubernamental se han reducido las capacidades institucionales, particularmente los presupuestos para revertir esos procesos siguen siendo muy restrictivos mientras que la dimensión de los problemas crecen.

Ejemplos de lo anterior son innumerables, basta con señalar los rezagos en los sistemas de gestión de agua para uso doméstico y peor están los de saneamiento urbano, donde los equipamientos son obsoletos, solo por mencionar algunos focos rojos a los que se les atiende parcialmente pero que impactan la vida de las poblaciones de las ciudades. Por ello afirmaríamos que el trecho entre el significado y los avances existentes en el ámbito de la sustentabilidad o el desarrollo sostenible y los procesos que ocurren en nuestro entorno, es aún muy largo por recorrer.

Escrito en: a la ciudadanía procesos, desarrollo, sostenible, productivos

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas