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Una master class (fallida que no fue culpa de Guillermo del Toro)

DE GEOMETRÍA A LA FORMA DEL AGUA

Una master class (fallida que no fue culpa de Guillermo del Toro)

Una master class (fallida que no fue culpa de Guillermo del Toro)

MIGUEL A. MÁRQUEZ

-¡Guillermo!, quiero saber si estás dispuesto a tomarme en cuenta para trabajar contigo en futuras producciones.

Se escuchó un "¡buuuuuu!" retumbante dentro del Auditorio Telmex esa tarde-noche del lunes 12 de marzo en Guadalajara durante la Master Class de Guillermo del Toro.

El adolescente que vestía una gorra al revés intentaba, con voz quebrada y emocionada, convencer al director de trabajar con él. Pensé: "Esto no va a terminar bien".

Todos sabemos que el señor director Guillermo del Toro acaba de ganar el Óscar a mejor director por la película 'La forma del agua', la cual, también se llevó un hombrecillo dorado por mejor película, entre otros.

Guillermo del Toro entró por la derecha del escenario caminando con dificultad. Vistiendo un suéter café y pantalón de mezclilla.

La audiencia, lo recibimos con porras muy mexicanas y un coro estruendoso: "¡Guillermo, Guillermo, Guillermo!". Todos orgullosos y eufóricos porque es un personaje que se ha ganado el corazón de millones de personas alrededor del mundo, el corazón de La Academia, el corazón de Hollywood, el de los BAFTAS, el de todos.

Después de unos cuantos trucos, logré sentarme lo más adelante posible para poder verlo de cerca. Mientras recorrí algunas filas del auditorio, me percaté de que casi el 90% de los asistentes eran adolescentes de preparatoria que mostraban una innegable emoción por estar viviendo ese momento, en ese lugar.

Del Toro inició su 'speech' con algunas bromas para luego contestar preguntas realizadas por el moderador y relacionadas con el proceso para hacer una película.

Horas antes de asistir al auditorio, mi amigo Pit me llevó a una papelería para comprar un cuaderno y una pluma. Soy director y, notoriamente, me sabe más plasmar ideas en papel. Así, la idea era escribir notas mientras el maestro hablara.

Fueron cuarenta minutos de una cátedra en la que yo sólo pude rescatar unas cuantas ideas clave para mi desarrollo como director, consejos sobre cómo dirigir a actores y notas sobre cómo llevar acabo la lectura de un guión, cómo hacer un pitch, cómo trabajar con el compositor del score, entre otros detalles.

Mientras todo esto sucedía, noté incómodo a Guillermo. Vi cómo intentaba dar más de sí; quería dar una master class pero no lo dejaban.

Terminó una primera parte que, más bien, fue un anecdotario de sus películas. El moderador sólo preguntó cosas sobre la industria pero jamás sobre la hechura del arte.

Se abrió una etapa de preguntas y respuestas y con mucha tristeza vi que a los muchachos no les importó tener enfrente a un ganador de Óscares.

Durante una hora y media se dedicaron a cuestionarlo sobre por qué no hizo 'Harry Potter', sobre el videojuego que creó. Le pidieron trabajo, le solicitaron ser padrino de un cortometraje que no tiene fecha de estreno, le pidieron permiso para abrazarlo, y más.

Jamás le pidieron que revelara sus secretos sobre cómo dirigir la cámara, sobre cómo manejar un presupuesto o sobre cómo lidiar con el fotógrafo. Nada sobre los consejos de sus maestros o de cómo chingada madre su película 'The Shape Of Water' influyó en el mundo para ser ganadora de algunos Óscares.

Guillermo lo intentó, de verdad. A cada pregunta estúpida respondió pero a estos jóvenes no les importó. Sólo vieron a un personaje que les hizo la tarde para sus redes sociales, sus fotos y videos. Como para decir: "Ahí estuve, lo vi y ya".

Del Toro usó el lindo léxico mexicano: no mames, cabrón, culero, de la chingada... Pero los niños confundieron sus expresiones, no entendieron que el maestro hablaba así porque lo necesitaba. No percibieron que requería tener esa catarsis porque, comúnmente, se pasa meses hablando en inglés y lo único que quería era conectar con su pueblo. No para que le hablaran de tú, no para que le dijeran: "Sí, acá, wey. A la derecha, ¿ya me ubicaste?".

Cerré mi cuaderno rojo en donde escribí lo que para mí significó tener en mi poder la clase más valiosa de mi vida, sobre cómo hacer cine y sobre cómo no darme por vencido en esta ingrata carrera de contar historias.

Salí triste del auditorio, dándome cuenta de dos cosas: La primera, esta generación de jóvenes está perdida; la segunda, eso nos ayuda a los más viejos a estar vigentes por más tiempo, aunque sea para seguir soñando.

Escrito en: DE GEOMETRÍA A LA FORMA DEL AGUA director, Toro, corazón, tener

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