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De ley y pueblo

JESÚS SILVA-HERZOG

JESÚS SILVA

La campaña iniciará en unos días. No se asoma por ningún lado la competencia. El candidato puntero no tiene, hasta el momento, motivos para preocuparse. Sus adversarios no han sido capaces de configurar una opción desafiante. La incógnita es quién quedará en segundo lugar y quien ocupará el cuarto sitio. De acuerdo a las últimas mediciones, el candidato de Morena no solamente no ha descendido en las preferencias sino que ha ensanchado la distancia que lo separa de sus adversarios. Si hace unas semanas había un competidor claro que se ubicaba en segundo lugar, ahora esa posición está en disputa.

Por eso hay que seguir reflexionando sobre las convicciones políticas de Andrés Manuel López Obrador. En estos días ha reiterado su entendimiento de la democracia, su idea de la sociedad civil, su filosofía de la ley. Parece revelador, por ejemplo, lo que dijo en relación a las candidaturas independientes. El tabasqueño ha sido muy crítico de la figura de los candidatos sin partido. Sin embargo, tras conocer que varios de ellos habían sido reprobados por el Instituto Nacional Electoral, se convirtió en su defensor. A su juicio, el órgano electoral debía incluir a todos los candidatos en la boleta. "Que participen y que sea la gente la que decida, que sea el pueblo el que decida; en la democracia es el pueblo el que manda." La línea es una perla: López Obrador no proponía una interpretación de la ley que tuviera como consecuencia la inclusión de los candidatos independientes. No disentía de la lectura jurídica del instituto electoral. Lo que pedía con notable franqueza es que el INE ignorara la ley. Que los incluyera, aun sabiendo que los pretendientes habían violado la normativa vigente, que seguramente habían cometido fraude y que no habían cumplido, por lo tanto, con los requisitos legales.

La nitidez del argumento es sobrecogedora: no hay que prestarle atención a la ley porque el pueblo ha de decidir sin el estorbo de las reglas. El pueblo tiene una voluntad y ésta ha de hacerse escuchar de manera directa. Para López Obrador esa voluntad tiene, por fortuna, una dirección que coincide con su propia mirada: "El pueblo de México es mayor de edad, el pueblo es sabio y sabe muy bien qué representamos cada uno de nosotros, y la gente quiere un cambio verdadero." Así de claro: la sabiduría del pueblo radica en el hecho de que me respalda.

Por eso a López Obrador le tiene sin cuidado el contenido de las leyes más polémicas no solamente porque cree que el pueblo ha de imponerse sobre cualquier procedimiento sino porque la verdadera fuente de certidumbre es su propio liderazgo. Si la mayor parte de su movimiento denunció con vehemencia la Ley de Seguridad Interior, él desestimó el peligro. ¿Polemizaba para defender contenido de la ley? ¿Le parecía que los críticos exageraban con su desconfianza? No: se veía él a la cabeza del gobierno. Y si él es el jefe, no hay peligro imaginable. "Voy a asumir el mando. (...) Por eso no hay que estar temiendo a la reforma que se acaba de hacer, la llamada Ley de Seguridad Interior." Por encima de la generalidad de la ley, por encima de los permisos y restricciones que ahí se fundan en las normas, el juicio de un infalible

Es importante hacer una distinción cuando se habla del pueblo que ha de mandar sin molestias. No hay que confundir jamás al Pueblo con la sociedad civil. El pueblo es sabio y bueno, es el depósito de los más profundos valores morales, es juicioso y prudente. Nunca se equivoca. Más que confianza en el pueblo, López Obrador tiene fe en el pueblo. Y si tiene fe en el pueblo es porque tiene fe en sí mismo. Pero la sociedad civil es otra cosa. Se trata para él de una entidad sospechosa. No es digna de respeto porque es heterogénea e incoherente y, sobre todo, incapaz de entender el sentido de la historia. El contraste que se dibuja en su imaginación es tan revelador como el desprecio que siente por la ley. Mientras el pueblo tiene un juicio, una dirección y una voluntad, la sociedad civil-que no es un sujeto, sino el espacio donde se expresan las múltiples y contradictorias voluntades colectivas-es plural e incongruente. El pueblo es la porción de la sociedad que sabe lo que quiere, la parte de la sociedad que aclama a quien la Historia ha elegido como guía.

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