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De Política Y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

ARMANDO CAMORRA

El papá y la mamá de Pepito entraron en el cuarto del niño y vieron algo que los sorprendió: el chiquillo estaba metiendo su ropa y otras cosas en una maleta. Le preguntó el señor: "¿Qué haces?". Respondió Pepito: "Pasé frente a la recámara de ustedes y oí que tú gritabas: '¡Me voy! ¡Me voy!", y mi mamá decía: '¡Yo también! ¡Yo también!'. De pendejo me paso si me quedo a vivir yo solo en este caserón". Un joven ejecutivo le daba cada día 10 pesos al mendigo que pedía limosna en la calle. Una mañana le dio nada más 5. Le explicó: "Es que voy a casarme, y debo economizar". Replicó airado el pedigüeño: "Si quiere casarse cásese, pero no mantenga a su mujer con mi dinero". Así como los poetas cuidan el fondo y la forma de sus poemas, los jueces deben mirar la forma y el fondo de los asuntos que conocen. Me aparto por eso de la corriente que en modo casi unánime ha condenado la decisión del Trife que favoreció a Jaime Rodríguez Calderón, "El Bronco", en su intento de buscar la Presidencia. Como abogado -alguna vez lo fui- entiendo por qué los magistrados se dividieron al votar. Tres de ellos miraron el fondo de la cuestión, en tanto que cuatro consideraron la forma. Los que votaron en contra del querellante tomaron en cuenta las múltiples anomalías en que incurrió en el curso del proceso para conseguir las firmas que necesitaba para su registro. Quienes votaron a favor consideraron fundada su queja en el sentido de que se le privó del derecho de audiencia y no se le dio oportunidad de defenderse. Vista la la calidad de irreparable del agravio que se le hizo, y el tiempo en que las campañas se encuentran, esos magistrados hicieron una interpretación de la ley que abre la puerta al registro de Rodríguez Calderón. Ni los que decidieron a favor de El Bronco ni los que sufragaron en su contra deben ser objeto de reproche. Emitieron su voto en conciencia. Creo, eso sí, que el resultado de la votación contribuye a poner en la boleta electoral a alguien que no debería estar en ella. La presencia de El Bronco en la elección presidencial constituye un verdadero atentado al pudor (también en la política debe haber pudor). Pero una cosa es lo justo y otra es lo legal. En este caso la legalidad prevaleció sobre la justicia. Tal prevalencia, que a primera vista es reprobable, constituye la única garantía de seguridad jurídica que tenemos, más allá de cualquier interpretación. Y lo que necesitamos en la elección de Presidente es eso: seguridad jurídica, legalidad, certeza, aunque una de sus ingratas consecuencias sea El Bronco. No sé si el cuento que en seguida voy a relatar sea divertido o sea más bien triste. Decídanlo mis cuatro lectores. Celebró su cumpleaños Azurito, el pequeño hijo de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad. Con tan fausto motivo -así dijeron las notas de los diarios- la señora organizó una pool party a la cual invitó a los amiguitos del niño, todos de su misma condición social. Dos excepciones hubo: doña Panoplia se vio obligada a invitar también al hijo del jardinero y al del chofer. En el vestidor los invitados se quitaron la ropa y se pusieron el trajecito de baño que la señora había dispuesto para ellos. Luego jugaron en la alberca de la casa hasta la hora de la merienda. Terminado el festejo Florito y Auriguito -así se llamaban el hijo del jardinero y el del chofer- fueron por la calle a esperar el autobús. En el camino comentó Florito: "¿Te fijaste que los niños ricos tienen el pizarrín bastante más pequeño que nosotros, y eso que somos de la misma edad?". Respondió Auiriguito: "Sí. Lo que sucede es que ellos tienen juguetes, y con eso es con lo que juegan". FIN.

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