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¿Por qué rompemos las reglas?

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¿Por qué rompemos las reglas?

¿Por qué rompemos las reglas?

IGNACIO ESPINOZA GODOY

La sociedad mexicana, en términos generales, se caracteriza por ignorar muchas normas establecidas lo mismo en reglamentos, leyes así como aquellas por las que no existen sanciones, como el simple hecho de no respetar, por ejemplo, una fila para entrar a determinado centro de diversión (llámese cine, teatro o cualquier sitio de este tipo), por lo que llama la atención que, de manera inexplicable y desafortunada, nos hemos acostumbrado a vivir con esa falta de educación y cultura que contrasta con el modelo de hábitos que prevalecen en otros países, donde sí se respetan las reglas y leyes que permiten una convivencia más armónica.

En este contexto cabría la pregunta que es el tema principal de esta colaboración: ¿por qué violamos las normas legales y sociales que rigen nuestra convivencia? En principio, de acuerdo con mi muy particular punto de vista, la respuesta tendría que ver con la educación que recibimos en el hogar, ya que es precisamente ahí donde aprendemos a distinguir la diferencia entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, partiendo de principios elementales como el respeto entre los propios integrantes de la familia, donde todos se aman y se apoyan en todo momento.

Así, amable lector, si ambos padres de familia (mamá y papá) ponen el mejor de los ejemplos en los diversos aspectos de la convivencia, seguramente, los hijos que reciban esa educación e instrucción se convertirán en seres humanos sensibles y solidarios a las necesidades de los demás, de quienes les rodean en los ámbitos donde se desenvuelvan, ya que las bases que adquirieron les permiten ofrecer lo mejor que tienen, empezando por la disposición de ayuda en las circunstancias donde su intervención puede ser de gran valor aunque su apoyo no sea requerido ya que generalmente se ofrece incondicionalmente, sin pedir algo a cambio.

Dentro de las reglas que podemos mencionar y que son ignoradas y rotas por una cantidad impresionante de personas destacan las de vialidad, desde hablar por celular mientras se conduce un vehículo, estacionarse en zona amarilla y de población con discapacidad, en sentido contrario a la circulación, en doble fila y triple fila, en cocheras, en zona escolar, en zona de ascenso y descenso, obstruyendo la rampa para personas con discapacidad, entre otras que para muchos no pasa nada mientras no sean infraccionados pues los agentes de Tránsito pocas veces los sancionan porque consideran que las faltas no son tan graves.

Hacia donde nos movamos seguramente vamos a encontrar una cantidad impresionante de casos en los que se infringen las reglas y las leyes que norman lo que debería ser nuestra convivencia armónica pero que se rompe con una facilidad que asombra, como por ejemplo cuando se busca legítimamente un lugar para inscribir a un hijo en determinada escuela, pero resulta que algunos progenitores se valen del influyentismo para que sus vástagos ingresen a dicho plantel educativo, incluso, sin tener que presentar el examen obligatorio, evaluación que sí respetan muchos padres porque confían en la capacidad y los conocimientos de sus hijos.

Lo más lamentable es que cuando se violan ciertas reglas sí hay consecuencias que pueden derivar, incluso, en la muerte de personas inocentes, como cuando por la negligencia, la imprudencia y la estupidez de quien conduce un vehículo automotor y al mismo tiempo habla por celular se produce un accidente que arroja dicho resultado, por lo que en estas circunstancias también existe responsabilidad y omisión de la autoridad porque no se aplica la norma de vialidad que prohíbe dicha acción, a todas luces deplorable y condenable, debido a que se realiza de manera frecuente por parte de la mayoría de quienes manipulan un volante.

En contraste, este tipo de conductas son sancionadas severamente en otros países, donde el castigo puede ser desde económico -con una suma elevada-, hasta con prisión y la cancelación de la licencia para conducir. Sin embargo, en la mayoría de los estados de nuestro México lindo y querido, esas infracciones casi no se aplican, de ahí que por este motivo muy pocos automovilistas respetan las normas de vialidad que buscan como propósito principal la prevención de accidentes y que en ocasiones arrojan consecuencias trágicas.

Es curioso observar, pues, que en el lugar donde nos desenvolvemos solemos desobedecer las normas que rigen nuestra convivencia con los demás, ya que tenemos la certeza de que no vamos a ser sancionados, mientras que cuando nos trasladamos a una tierra desconocida reflexionamos en el sentido de que ahí no debemos ignorar las reglas que norman sus actividades, así que procuramos respetar todo lo que pensamos que nos puede acarrear una infracción o un castigo.

Sin embargo, así como nos conducimos en otros lugares distintos al que nos ha cobijado durante toda la vida, así deberíamos comportarnos siempre, pues finalmente en todos los sitios existen reglas cuyo objetivo es mantener un ambiente de armonía, de tal forma que nadie esté por encima de los derechos de los demás, pues ante la ley todos somos iguales y así merecemos ser tratados.

Escrito en: Padres e hijos reglas, normas, zona, demás,

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