Editoriales

¿El fin de la democracia moderna?

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

A distintos ritmos y velocidades las democracias, tal y como fueron concebidas en la Ilustración europea, están viviendo sus últimos momentos. Por supuesto, no será nuestra generación la que coloque el último clavo al ataúd en el que reposará eternamente ese sistema político. Pero, los cimientos han sido minados y, más tarde o más temprano, el edificio entero se desplomará.

Para funcionar tal como estaba ideado, los electores debían poner en ejercicio la razón dejando de lado cualquier motivo no racional para tomar su decisión, lo que era imposible si no recibían la educación adecuada que les permitiera diferenciar entre verdad y apariencia. La opinión, y muy particularmente, la opinión vulgar, eran formas de conocimiento poco valoradas. En contraste, los hechos constatables deberían ser la base de toda la acción humana.

Por su parte, las leyes, el Estado y sus instituciones tenían que ser ejemplo vivo de ejercicio racional puro. La autoridad sólo se obtenía cuando, de manera sistemática, se demostraba que se actuaba de conformidad con la verdad, aunque ésta fuera contraria a intereses individuales o de grupo; sólo de esa manera se podían construir sociedades justas y armónicas, en las que privara el bienestar generalizado.

Esas idas que hoy nos suenan tan utópicas, dieron sentido a un modelo político que hoy, en México y en otras partes del mundo, no tiene más de donde agarrarse: con grandes multitudes que han recibido una educación paupérrima, que no ofrece, por ejemplo, criterios externos al individuo a partir de los cuales decidir su voto; con instituciones que muy rara vez funcionan como deberían hacerlo; leyes que sólo los "tontos" obedecen y; gobernantes que sólo piensan en el beneficio personal que les acarreará cada decisión tomada, no hay modelo democrático que resista.

Lo que tenemos delante nuestro es un simulacro de democracia, en el que la gran mayoría vota movida por el adoctrinamiento; el miedo; el enojo; la frustración; la ilusión; el interés personal o cualquier otro motivo no racional. Los candidatos y sus equipos mienten; falsean información; juegan con las fibras emotivas de sus electores y los bombardean con promesas que no se cumplirán o lo harán de manera muy parcial. Los seguidores perdonan todo a su ídolo y desprecian a quien se atreve a pensar diferente. Tal como hacen sus candidatos, difunden información falsa o de fuentes dudosas si con eso creen que ayudan a conseguir el triunfo de su elegido, para que éste logre sus metas que muy poco tienen que ver con el bienestar del país.

Esto que se vive en México se está experimentando en la mayor parte de las democracias de Occidente; por supuesto que no de la misma manera, pero sí desde la lógica de la verdad inexistente y el bien común imposible.

Escrito en: Con/sinsentido manera, bienestar, electores, personal

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas